Este triple pabellón polideportivo, con certificación LEED Gold, es el resultado de un concurso promovido por el Ayuntamiento de Barcelona y realizado en colaboración con BB arquitectos y Gustau Gili.
La gran volumetría que el extenso programa funcional genera, en relación a la reducida magnitud del solar y la densidad de edificación próxima, plantea semi-soterrar una parte importante del complejo polideportivo asegurando, a través de mecanismos de sección, la buena iluminación y ventilación natural, así como el cómodo acceso y evacuación a las partes inferiores.
Con esta solución, aparte de reducir el impacto visual considerablemente y obtener ganancias energéticas importantes gracias a menguar sus superficies expuestas, se consigue ampliar el espacio público urbano. Además, al desplazar la edificación de la alineación del vial, se garantiza una plaza libre que resuelve el acceso, así como la complicada trama urbana en este punto. Se genera un espacio libre público que actúa como foyer urbano del complejo y mejora notablemente la integración del edificio en su entorno más próximo. De esta manera se busca extender el espacio público de la plaza hacia el interior y el graderío sobre la pista principal, haciendo desaparecer la sensación subterránea de ésta.
El sistema constructivo propuesto nace de la recuperación de la memoria de tradiciones constructivas locales basadas en la cerámica de principios del siglo XX. Enlazamos pues una tradición artesanal con una actitud postindustrial proponiendo unos sistemas basados en la cerámica industrializada. Un edificio pensado para su utilización, donde los materiales se muestran tal y como son, aportando por sí mismos calidades sensoriales. Son los mismos materiales que se van repitiendo en todos los espacios del complejo, lo que genera la sensación de conjunto, a pesar de que cada uno de ellos se pueda interpretar de manera individual; cerámica, madera, hormigón... son los materiales sobre los que el edificio se reconoce. En la piel del edificio, la cerámica se adapta a las diferentes necesidades y orientaciones de las fachadas. En todas ellas, se alternan vacíos y llenos, partes opacas y traslúcidas o transparentes de diferentes maneras. Las partes opacas vibran con la utilización de diferentes texturas y colores de cerámica de forma que se descompone el conjunto, a la vez que se controla la luz natural que baña el edificio en su interior.
Finalmente, se propone una cubierta única para toda la edificación sobre rasante formada por unas sutiles vueltas invertidas que se manifiestan en la fachada y que enlazan, si bien de manera no directa, con la presencia de las vueltas de la cubierta del edificio colindante de La Llotja. Éste es otro mecanismo utilizado para la integración y el reconocimiento de la fuerza y singularidad del barrio.